domingo, 16 de octubre de 2016

CAPITULO IV


Libro: "La educación obligatoria: Su sentido educativo y social. J. Gimeno Sacristán.Capitulo IV:

"La educación obligatoria y el optimismo acerca del profresor"








SECRETARIA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
CENTRO REGIONAL DE ESTUDIOS NORMAL
MARCELO RUBIO RUIZ
LORETO BAJA CALIFORNIA SUR


MAESTRA
Alma Delfina González
 1°ro “A”
Lic. En Educación Primaria
Ciclo Escolar 2016 – 2017


INTEGRANTES
Leslie Jocelyn Montaño Reyes
Jacqueline Guadalupe Hernández Lemus
Viridiana Guadalupe Arellano Aguirre
Eduardo Adolfo Sánchez Santos
Marjorie Caballero Martínez
Ytzayana Guadalupe Ruiz Higuera


CAPÍTULO IV 

La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso.

La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso

Es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, en tanto que se apoya en los valores de la racionalidad y de la democracia, que eleva la condición humana.

La creencia en el principio de que todos son educables en alguna medida

La primera manifestación del optimismo que se deriva de la idea de progreso se expresa en haber convertido la educación obligatoria en un derecho de todos, lo cual implica el supuesto de que todo ser humano puede mejorar, puede ser educado y, por tanto, tiene que recibir educación.
El incremento del nivel de escolarización de la población se relaciona con la mejora de otros indicadores sobre el consumo de cultura y sobre la calidad de vida.
Proyecto moderno de educación es optimista acerca de las posibilidades de la naturaleza humana, la ubicación del individuo en la sociedad y en el mundo queda a merced de lo que él haga y construya, la educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, porque, desde esa mentalidad progresista, si no admitimos este carácter contingente, mudable, de las condiciones en las que nacen y se desarrollan los seres humanos, no hay lugar para el optimismo pedagógico.
El mundo puede mejorar, es porque también pueden hacerlo de algún modo los individuos. Para que esta idea pueda sostenerse necesita de otra certidumbre, también optimista: la de que los límites de las capacidades psicológicas del individuo no vienen dados desde su nacimiento.
Todos deben ser educados, protegerlos de las influencias que coarten el desarrollo expansivo natural o para proporcionarles los “materiales” para su desenvolvimiento. Un determinante mandato para los profesores y para las escuelas en la educación obligatoria, un revulsivo contra la mentalidad selectiva, jerarquizadora y determinista. La escuela es una institución que quiere guiar ese desarrollo de acuerdo con planes y directrices propios. Nueva base democrática de la educación obligatoria bajo el pensamiento moderno. Si no se cree en que todos puedan “crecer”, en el sentido de acrecentar sus habilidades y capacidades, la universalidad de la educación obligatoria pierde su fundamento más digno. La educación escolar no es una influencia espontánea, sino dirigida por la reflexión de los seres humanos que la rigen, que es asumida, encarnada y moldeada por cada profesor. La docencia no es un trabajo cualquiera, pues se suma al proceso de humanización, a la realización de una utopía que lleva a los sujetos y a la sociedad más allá de donde el profesor se los encuentra. En la escuela obligatoria todos deben.

Un camino para la igualdad y para la inclusión social

La educación no es un omnipotente medio para la supresión de las desigualdades cuyo origen está fuera de las escuelas y que son previas a la escolarización. Las teorías sociológicas de la reproduccióni2 han constatado el efecto que tiene la escuela para propagar las desigualdades sociales, lo que ha podido conducir a una falta de ánimo y de empuje para atisbar alternativas educativas.
Recibir o no educación es condición para la participación en la sociedad, Las sociedades son hoy, además, cambiantes; presentan a los individuos panoramas variables y condiciones de vida en las que resulta difícil asentarse de una vez para siempre, exigiéndoles cambios y adaptaciones constantes. Las sociedades son hoy, además, cambiantes; presentan a los individuos panoramas variables y condiciones de vida en las que resulta difícil asentarse de una vez para siempre, exigiéndoles cambios y adaptaciones constantes. La desigualdad implica distancia entre unos y otros, la exclusión supone un alejamiento irrecuperable, la degradación del excluido, que pasa a la categoría de negado. Ser más o menos educado, haber disfrutado o no de la escolarización, es un problema de poder ser, estar y sentirse como sujeto que
La virtualidad más significativa que hoy desempeña la educación para todos es la de la inclusión. Si no se dan las condiciones mínimas necesarias para que las desigualdades puedan comenzar a corregirse, no sólo estamos ante un problema de injusticia, sino ante el abismo entre seres humanos que no sólo discrimina a los desfavorecidos, sino que los aparta definitivamente de la sociedad.se sabe a sí mismo actor en la sociedad, necesario e importante para algo y para alguien. La virtualidad más significativa que hoy desempeña la educación para todos es la de la inclusión. Si no se dan las condiciones mínimas necesarias para que las desigualdades puedan comenzar a corregirse, no sólo estamos ante un problema de injusticia, sino ante el abismo entre seres humanos que no sólo discrimina a los desfavorecidos, sino que los aparta definitivamente de la sociedad.

¿Caduca la esperanza en el progreso apoyado en la educación?

En la historia y en la cultura, a la idea utópica de progreso le ha acompañado la utopía negativa que estipula la decadencia en la historia, en la cultura y en el progreso (HERMAN, 1998). La fe y la esperanza en la educación escolarizada también cuenta con su particular historia acerca de la falsedad de sus promesas, su decadencia, su inutilidad y sus efectos perniciosos. La debilitación del proyecto progresista que supone la educación obligatoria universalizada procede, sobre todo, del incumplimiento de sus grandes objetivos y de las desigualdades que se producen en cuanto a su logro en diferentes colectivos humanos.

Centro Regional de Educación Normal “Marcelo Rubio Ruiz”
Panorama de la educación básica en México

Maestra:
 Alama Delfina González Mendoza

  Integrantes:  
Jacqueline Gpe. Hernández Lemus
   Leslie Jocelyn Montaño Reyes
    Viridiana Gpe. Arellano Aguirre
LA EDUCACIÓN OBLIGATORIA Y EL OPTIMISMO ACERCA DEL PROGRESO

La educación obligatoria, es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, en tanto que se apoya en los valores, si es un derecho universal a nadie se le puede negar.


LA CREENCIA EN EL PRINCIPIO DE QUE TODOS SON EDUCABLES EN ALGUNA MEDIDA

La primera manifestación del optimismo se derivo en que la educación obligatoria es derecho de todos, y nadie puede quedar excluido de tal beneficio. la educación se ligo estrechamente a la esperanza de la liberación social de aquellos que obtuviesen los frutos que la educación promete, configurando una sociedad abierta y móvil. la educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen.
este optimismo es el que da fuerza a la idea de progreso social sin exclusiones, lógicamente si el mundo puede mejorar, es porque también pueden hacerlo de algún modo los individuos, con esta idea se sostiene que "los limites de las capacidades psicológicas del individuo no vienen dados desde su nacimiento", quiere decir que el ser humano es moldeable en direcciones diversas en su desarrollo y que, por tanto, puede seguir guiado.
la escuela es una institución que quiere guiar ese desarrollo de acuerdo con planes y directrices propios.

la educación escolar no es una influencia espontanea sino dirigida por la reflexión de los seres humanos que la rigen, que es asumida, encargada y moldeada por cada profesor. la docencia no es un trabajo cualquiera, pues se suma al proceso de humanización, a la realización de una utopía que lleva a los sujetos y a la sociedad mas allá de donde el profesor se los encuentra.
la relación entre posibilidad de progreso en general y el "crecimiento" que en los individuos provoca la educación no siempre es evidente para todos, la historia de la progresiva implantación de la educación obligatoria ha tenido que enfrentarse con resistencia que creían poco en la universalidad de sus potenciales.


Si la jerarquía realizada por la educación iba a sustituir a la proveniente del origen familiar, es lógico que la resistencia iba a dejar de tener privilegios y se trasladara a la educación. En el banco de los inmovilistas sociales se acumula una larga tradición de determinismo que defiende el innatismo que muta y sigue estando de alguna manera presente, la educación sostiene el innatismo ha de adaptarse a los limites de cada cual la escuela moderna tenia que aprovechar las posibilidades de conocer y clasificar a los estudiantes de acuerdo con la medición de sus capacidades.



Binet quiso que sus pruebas sirvieran para identificar las necesidades educables de los niños retrasados, la teoría y la practica de la medición a través de pruebas mentales estuvieron, y siguen estando, al servicio de la clasificación jerarquizadora  y de la inmovilidad social apoyada en el biologismo.

la historia del progreso es, en parte, la misma que la de la idea acerca de quienes pueden participar de el, que, desde el siglo XVIII, ha ido extendiéndose a colectivos cada vez mas amplios, no sin luchas, resistencias o titubeos.













 La historia de la exclusión esta construida sobre la desigualdad de la propiedad de bienes materiales, sobre los privilegios sociales y políticos de ciertas minorías, y sobre las creencias acerca de la desigual posesión de capacidades innatas que se consideran mas propias de un tipo de seres humanos que de otros, todos los niños en edad escolar entran en el sistema educativo en los países desarrollados, pero no todos están en igualdad de condiciones.

UN CAMINOS PARA LA IGUALDAD Y PARA LA INCLUSION SOCIAL

Debemos deducir que ha de ponerse gran cuidado en formar el espíritu de los niños y darles aquella preparación temprana que influirá en el resto de su vida.
las teorías sociológicas de la reproducción han constado el efecto que tiene la escuela para propagar las desigualdades sociales, lo que ha podido conducir a una falta de ánimo y de empuje para atisbar alternativas educativas.

Aunque se trate de un optimismo moderado se puede decir que la educación evita mayores desigualdades y puede ser un medio para corregirlas, si a acompañada de otras medidas. Las sociedades son hoy, además, cambiantes; presentan a los individuos panoramas variables y condiciones de vida para siempre, exigiéndoles cambios y adaptaciones constantes desde el concepto de ciudadanía moderna, se trata de un derecho dirigido a facilitar la inclusión de los individuos con todas las posibilidades para participar plenamente en la sociedad.  La virtualidad más significativa que hoy desempeña la educación para todos es la de la inclusión. A los excluidos sin educación les llegan a faltar las posibilidades para salir de ese estado; apenas si pueden reclamar sobre la injusticia de su condición, La educación socializa no sólo reproduciendo, sino también produciendo lazos con el mundo.

¿CADUCA LA ESPERANZA EN EL PROGRESO APOYADO EN LA EDUCACION?


Se pregunta STEINER ¿ las barreras del humanismo fueron tan ineficaces para frenar la barbarie en el siglo XX (siglo de la escolarización universal)? ¿No habrá que admitir la tendencia al mal, el tanatos, como una dimensión de la naturaleza humana indomable por la cultura y la educación? Si las sociedades más escolarizadas no son mejores ni en ellas la felicidad es demasiado corriente, ¿Qué papel ha cumplido o ha dejado de cumplir la educación en el hecho de ver fracasadas las esperanzas de redención puestas en ella? En estas preguntas arranca un extenso y necesario programa de revisión de lo que ha ocurrido, que aquí no nos es posible acometer. Laeficacia de la modernidad, afirma FLORES D’ARCAIS (1994), se vive como distancia entre las promesas realizadas y las incumplidas.

°La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso.


°La educación obligatoria

 y 

el optimismo acerca del progreso.




La educación es obligatoria y necesaria para los seres humanos porque ayuda a progresar en la sociedad.
Si la apropiación de la cultura incrementa la dignidad humana potenciando sus disponibilidades, nadie puede quedar excluido de tal beneficio.


  •   La creencia en el principio de que todos son educables en alguna medida.


La educación es optimista por lo que da fuerza a la idea del progreso social y de esta se derivan dos ideas:


a)Todos pueden ser educados desde que nacen por el hecho de ser seres humanos.

b)Todas las personas pueden recibir educación para corregir sus errores.

















La escuela es una institución que guía a las personas y los ayuda a crecer mentalmente.

  • ·         Un camino para igualdad y para la inclusión social.


• La educación tiene que ser la misma para todos los individuos.

• Los desacuerdos de la educación conllevan a consecuencias.

• La educación obligatoria capacita para la ciudadanía plena.

•  Las sociedades son cambiantes ya que representan a los individuos una forma difícil para que ellos puedan adaptarse.

• La significación humana depende del derecho social a la cultura y a la educación.

• La educación debe centrarse un poco más en las personas tanto de mente débil como económica, para no ser excluidos en la sociedad.

















  • La educación produce lazos entre los individuos.


1. La capacidad de inclusión, tiene en primer lugar, una proyección de intención en las actividades productivas.

2. La capacidad para el entendimiento del mundo.


3. Darle a las personas la capacidad de Socializarse e intervenir en este medio.





¿Caduca la esperanza en el progreso apoyado en la educación?


La eficacia de la modernidad, afirma Flores D’ Arcáis, se vive como distancia entre las prometidas realidades y las incumplidas.
El pesimismo es un factor que no permite el desarrollo de la felicidad humana.

Que un ser humano reciba la misma educación que cualquier otro, algo que se deriva del hecho de ser un derecho universal, no significa igualarlos entre sí.
La educación no es un omnipotente medio para la supresión de las desigualdades cuyo origen está fuera de las escuelas y que son previas a la escolarización.









El pesimismo en cuanto al valor que se concede a la cultura, la falta de fe en que la ciencia y la tecnología puedan incrementar la felicidad humana, la persistencia de fuertes desigualdades en sociedades que creemos cultas, la pérdida de prestigio social del hombre y de la mujer cultos, el rebrote del fascismo, la devaluación de la democracia, la des-humanización de muchas de las prácticas educativas, la persistencia del abandono escolar, las altas tasas de fracaso escolar, la pérdida de presencia del Estado en la provisión de la educación, la privatización de ésta... son razones, entre otras, que nos deben hacer pensar en que el camino recorrido ha sido muy breve y que ha podido ser mal transitado.
La escuela no ha cumplido todo su programa y sus prácticas deben ser revisadas.



Integrantes:

Juan Pablo Aragon Romero.
Abel Gamaliel Martinez Mendez.
Andrea Espinoza.
Jeffrey Vizcarra Miranda.
Yaraceth Murillo Bastida.

  1.  CENTRO REGIONAL DE EDUCACIÓN NORMAL
                                                                                
                     "Marcelo Rubio Ruiz"

    PANORAMA ACTUAL DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO


"LA EDUCACIÓN OBLIGATORIA Y EL OPTIMISMO ACERCA DEL PROFRESOR"



  1. Maestra:

     Alma Delfina González 

    Alumnas:

    Sinahi Gizel Montelongo Murillo
    Ytzayana Guadalupe Ruiz Higuera
    Marjorie Caballero Martinez

    Grado y Grupo:

    1ro "A"

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  1. La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso

    Es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, en tanto que se apoya en los valores de la racionalidad y de la democracia, que eleva la condición humana. Si es un derecho universal, a nadie se le puede negar. Lo cual implica el supuesto de que todo ser humano puede mejorar, puede ser educado y, por tanto, tiene que recibir educación. El proyecto moderno de educación es optimista acerca de las posibilidades de la naturaleza humana, y lo es también desde un punto de vista histórico, porque contribuye a la liberación exterior del hombre respecto de poderes que lo hacen “menor de edad”, como pensaba KANT. La educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, porque, desde esa mentalidad progresista, la circunstancia de haber nacido en un contexto y en unas determinadas condiciones es algo que se puede corregir, ya que el mundo que nos rodea ha sido construido y no viene dado por ninguna fuerza inamovible, por el destino o por la fatalidad, sino que es susceptible de ser vuelto a diseñar, como afirma HELLER .
    Un consenso epistemológico que defiende la creencia de que todos pueden ser educados, al concebir a la naturaleza humana como algo mejorable, creencia que se extiende a medida   que pierden vigor las explicaciones acerca del destino prefijado, que son propias de una sociedad que se rige por las ideas de la tradición. Un nuevo consenso moral según el cual todos deben ser educados, porque todos pueden serlo, bien sea con el fin de corregir sus limitaciones, de protegerlos de las influencias que coarten el desarrollo expansivo natural o para proporcionarles los “materiales” para su desenvolvimiento. Ésta es la nueva base democrática de la educación obligatoria bajo el pensamiento moderno. Si no se cree en que todos puedan “crecer”, en el sentido de acrecentar sus habilidades y capacidades, la universalidad de la educación obligatoria pierde su fundamento más digno. La docencia no es un trabajo cualquiera, pues se suma al proceso de humanización, a la realización de una utopía que lleva a los sujetos y a la sociedad más allá de donde el profesor se los encuentra.

    De ahí la especial formación que el profesor requiere, pero sobre todo, el claro compromiso que debe tener con unos ideales que, lamentablemente, pesan poco en las prácticas de formación, selección y promoción del profesorado. La historia de la progresiva implantación de la educación obligatoria ha tenido que enfrentarse con resistencias que creían poco en la universalidad de sus potenciales buenos efectos. Mujeres, niños de clases populares, sujetos con dificultades, miembros de grupos raciales dominados han sido y son discriminados en la educación. Los argumentos en que se apoyan estas creencias son muy resistentes porque sirven a intereses anclados en actitudes profundas y en el empeño por mantener las desigualdades. Son resistentes porque, por un lado, topan con la evidencia de que la desigualdad de condiciones personales en el aprendizaje es un hecho que tiende a atribuirse a la persona.
    La ciencia, o lo que dice autodenominarse así— ha difundido a lo largo de los siglos XIX y XX argumentos que han tratado de justificar las desigualdades humanas como determinaciones biológicas. Si los pobres, los negros, las mujeres, los emigrantes, etc., fuesen menos capaces por determinación biológica, ¿qué sentido tienen las prácticas de redención y de compensación, salvo el de la compasión y la caridad?
    La tendencia a unir las diferencias psicológicas humanas a las condiciones de la naturaleza (exterior o interior al hombre) viene de lejos. La historia del determinismo biologicista es larga y está muy arraigada en la cultura: desde las interpretaciones astrológicas del comportamiento cotidiano —que no puede decirse que han decaído— hasta la explicación genética de la inteligencia, pasando por la conexión entre los fluidos del cuerpo y los caracteres de la persona (sanguíneo, colérico, flemático), o la ligazón entre aspectos corporales y cualidades psicológicas (los obesos se cree que son pacíficos y bonachones. Solemos decir “tiene aspecto de buena persona”). Según el pionero de la medición de las aptitudes humanas, BINET (1985; obra publicada por primera vez en 1909), la escuela moderna tenía que aprovechar las posibilidades de conocer y clasificar a los estudiantes de acuerdo con la medición de sus capacidades. Éstas eran concebidas como si fuesen aptitudes ajenas a las influencias educativas. Aunque su posición no se encuadraba en el innatismo, pues quiso que sus pruebas sirvieran para identificar las necesidades educables de los niños retrasados, la teoría y la práctica de la medición a través de pruebas mentales estuvieron, y siguen estando, al servicio de la clasificación jerarquizadora y de la inmovilidad social apoyada en el biologismo. Las pruebas para medir aptitudes se utilizaron para filtrar la emigración en los EE.UU., para internar a débiles mentales, para negar servicios sociales a clases y razas desfavorecidas, para justificar la “diferencia”, cuando no la simple inferioridad, de las mujeres, para clasificar estudiantes en las escuelas, etc.
    Toda práctica de examen, psicológico o pedagógico, tenderá a ser utilizada como una mirada documentada de carácter normalizador (FOUCAULT, 1978) que permite describir, calificar, juzgar, clasificar, comparar y también castigar, en tanto hace visibles las diferencias entre los sujetos y las objetiva a través del uso de lo que se consideran procedimientos científicos. La individualidad, en vez de ser apreciada como potencialidad creadora, será convertida en un objeto que hay que documentar y catalogar.
    Para las posturas progresistas, que tienen su raíz en la visión optimista acerca de la bondad natural de los seres humanos y en la idea de la igualdad entre ellos, los límites de los sujetos tienen origen cultural y social.
    Este supuesto progresista ha ido rompiendo prejuicios y asentándose paulatinamente, lo que ha llevado a incorporar al colectivo de los considerados como “educables” a las mujeres, que en el primer planteamiento moderno fueron excluidas, por
    creerlas subdotadas y de un rango menor respecto del varón; también a los hijos de las clases populares, a los que todavía se cree en algunos sectores conservadores que están en desventaja social o que son pobres por no ser su naturaleza educable; a minorías o mayorías raciales, consideradas infradotadas respecto del hombre blanco; a los sujetos que muestran deficiencias de diverso signo, que en un principio fueron vistos como frutos del pecado o, simplemente, alguien que resultaba irrecuperable.
    La historia de la exclusión está construida sobre la desigualdad de la propiedad de bienes materiales, sobre los privilegios sociales y políticos de ciertas minorías, y sobre las creencias acerca de la desigual posesión de capacidades innatas que se consideran más propias de un tipo de seres humanos que de otros.
    Ésta es una batalla todavía no ganada definitivamente. Todos los niños en edad escolar entran en el sistema educativo en los países desarrollados, pero no todos están en igualdad de condiciones; ni se llega a esperar de ellos el mismo progreso
    porque se les considera en muchos casos desiguales. Ganada la apuesta por la escolarización, hay que profundizar en la batalla de la igualdad. Para lograrla han de combatirse las actitudes y las concepciones de sentido común o las proporcionadas por argumentos pseudocientíficos que justifiquen las desigualdades de trato a diferentes seres humanos o las distintas expectativas acerca de lo que cada uno puede dar de sí. La escolarización no es todopoderosa para combatir las desigualdades, pero lo que no debe hacer nunca es ser ella causa de una mayor desigualdad, dando trato diverso o reforzando la jerarquía entre sujetos diferentes.


    La ciencia, o lo que dice autodenominarse así— ha difundido a lo largo de los siglos XIX y XX argumentos que han tratado de justificar las desigualdades humanas como determinaciones biológicas. Si los pobres, los negros, las mujeres, los emigrantes, etc., fuesen menos capaces por determinación biológica, ¿qué sentido tienen las prácticas de redención y de compensación, salvo el de la compasión y la caridad?

    La tendencia a unir las diferencias psicológicas humanas a las condiciones de la naturaleza (exterior o interior al hombre) viene de lejos. La historia del determinismo biologicista es larga y está muy arraigada en la cultura: desde las interpretaciones astrológicas del comportamiento cotidiano —que no puede decirse que han decaído— hasta la explicación genética de la inteligencia, pasando por la conexión entre los fluidos del cuerpo y los caracteres de la persona (sanguíneo, colérico, flemático), o la ligazón entre aspectos corporales y cualidades psicológicas (los obesos se cree que son pacíficos y bonachones. Solemos decir “tiene aspecto de buena persona”). Según el pionero de la medición de las aptitudes humanas, BINET (1985; obra publicada por primera vez en 1909), la escuela moderna tenía que aprovechar las posibilidades de conocer y clasificar a los estudiantes de acuerdo con la medición de sus capacidades. Éstas eran concebidas como si fuesen aptitudes ajenas a las influencias educativas. Aunque su posición no se encuadraba en el innatismo, pues quiso que sus pruebas sirvieran para identificar las necesidades educables de los niños retrasados, la teoría y la práctica de la medición a través de pruebas mentales estuvieron, y siguen estando, al servicio de la clasificación jerarquizadora y de la inmovilidad social apoyada en el biologismo. Las pruebas para medir aptitudes se utilizaron para filtrar la emigración en los EE.UU., para internar a débiles mentales, para negar servicios sociales a clases y razas desfavorecidas, para justificar la “diferencia”, cuando no la simple inferioridad, de las mujeres, para clasificar estudiantes en las escuelas, etc.
    Toda práctica de examen, psicológico o pedagógico, tenderá a ser utilizada como una mirada documentada de carácter normalizador (FOUCAULT, 1978) que permite describir, calificar, juzgar, clasificar, comparar y también castigar, en tanto hace visibles las diferencias entre los sujetos y las objetiva a través del uso de lo que se consideran procedimientos científicos. La individualidad, en vez de ser apreciada como potencialidad creadora, será convertida en un objeto que hay que documentar y catalogar.
    Para las posturas progresistas, que tienen su raíz en la visión optimista acerca de la bondad natural de los seres humanos y en la idea de la igualdad entre ellos, los límites de los sujetos tienen origen cultural y social.
    Este supuesto progresista ha ido rompiendo prejuicios y asentándose paulatinamente, lo que ha llevado a incorporar al colectivo de los considerados como “educables” a las mujeres, que en el primer planteamiento moderno fueron excluidas, por
    creerlas subdotadas y de un rango menor respecto del varón; también a los hijos de las clases populares, a los que todavía se cree en algunos sectores conservadores que están en desventaja social o que son pobres por no ser su naturaleza educable; a minorías o mayorías raciales, consideradas infradotadas respecto del hombre blanco; a los sujetos que muestran deficiencias de diverso signo, que en un principio fueron vistos como frutos del pecado o, simplemente, alguien que resultaba irrecuperable.
    La historia de la exclusión está construida sobre la desigualdad de la propiedad de bienes materiales, sobre los privilegios sociales y políticos de ciertas minorías, y sobre las creencias acerca de la desigual posesión de capacidades innatas que se consideran más propias de un tipo de seres humanos que de otros.
    Ésta es una batalla todavía no ganada definitivamente. Todos los niños en edad escolar entran en el sistema educativo en los países desarrollados, pero no todos están en igualdad de condiciones; ni se llega a esperar de ellos el mismo progreso
    porque se les considera en muchos casos desiguales. Ganada la apuesta por la escolarización, hay que profundizar en la batalla de la igualdad. Para lograrla han de combatirse las actitudes y las concepciones de sentido común o las proporcionadas por argumentos pseudocientíficos que justifiquen las desigualdades de trato a diferentes seres humanos o las distintas expectativas acerca de lo que cada uno puede dar de sí. La escolarización no es todopoderosa para combatir las desigualdades, pero lo que no debe hacer nunca es ser ella causa de una mayor desigualdad, dando trato diverso o reforzando la jerarquía entre sujetos diferentes.


    Un camino para la igualdad y para la inclusión social.

    …las diferencias que se encuentran en las costumbres y las aptitudes de los hombres, son debidas a su educación más que a ninguna otra cosa; debemos deducir que ha de ponerse gran cuidado en formar el espíritu de los niños y darles aquella preparación temprana que influirá en el resto de su vida.

    (John LOCKE).


    Que un ser humano reciba la misma educación que cualquier otro —algo que se deriva del hecho de ser un derecho universal— no significa igualarlos entre sí. La educación no es un omnipotente medio para la supresión de las desigualdades cuyo origen está fuera de las escuelas y que son previas a la escolarización.
    En el mejor de los casos, la escolarización obligatoria es sólo uno de los posibles medios para recorrer el camino hacia la igualdad. Pero si cualquier individuo o
    grupo constituido por alguna condición (género, clase social, etnia, modo de vida, etc.), recibe una educación diferente en extensión y en calidad a la que disfrutan otros, o si no recibe ninguna, entonces seguro que se acentúa la desigualdad entre unos y otros.
    Recibir o no educación es condición para la participación en la sociedad, desde el momento en que para desempeñar el ejercicio de muchas actividades y puestos de trabajo se requiere una preparación previa, así como herramientas y habilidades para adquirirla.


    La educación obligatoria su sentido educativo y social

    Las desigualdades en cuanto a la educación tienen hoy consecuencias, más allá de causar diferencias sobre las oportunidades que vayan a tenerse. Tener conciencia de qué es el mundo y la sociedad actuales no es algo a lo que pueda accederse desde el sentido común sin la aportación de aprendizajes que no suelen adquirirse en el intercambio cotidiano con las cosas y con las demás personas. Los más educados podrán entender mejor esas situaciones y disponer de más capacidad y de una mayor flexibilidad para acomodarse a las condiciones mudables. la persona no cultivada o con carencias y deficiencias notables en la educación queda excluida socialmente, El derecho social a la cultura  y a la educación tiene carácter fundamental, es porque se entrelaza con otros derechos civiles, políticos y económicos de las personas, capacitándolas para el ejercicio de los mismos, posibilitándolos y potenciándolos se pueden realizar otros derechos, como el de la libre expresión, la participación política o el derecho al trabajo en las sociedades avanzadas. Es este derecho a la cultura y no el derecho de la cultura  el que fundamenta.

    La virtualidad más significativa que hoy desempeña la educación para todos es la de la inclusión. No sólo estamos ante un problema de injusticia, sino ante el abismo entre seres humanos que no sólo discrimina a los desfavorecidos, sino que los aparta definitivamente de la sociedad. A los excluidos sin educación les llegan a faltar las posibilidades para salir de ese estado.
    La educación socializa produciendo lazos con el mundo, en la medida en que habilita para ser y considerarse un miembro de éste. La capacidad de inclusión tiene, en primer lugar, una proyección en la inserción en las actividades productivas. En segundo lugar, tiene una dimensión intelectual, en tanto que capacitación para el entendimiento del mundo. En tercer lugar, la inclusión tiene una vertiente emocional: la de poder sentirse como un actor social que interviene en su medio, un sujeto creador, libre y autónomo.



    Insistir en la importancia de la posesión de ciertos conocimientos y habilidades para poder incluirse en los procesos propios de la sociedad actual; herramientas de pensamiento, lo cual plantea condiciones a los mismos y a las formas de adquirirlos; es preciso reparar en el valor de las habilidades para aprender y comprender dentro y fuera de la escuela; la inclusión lo es para una cultura que es plural y en la que hay consensos y disensiones.

    La fe y la esperanza en la educación escolarizada también cuenta con su particular historia acerca de la falsedad de sus promesas, su decadencia, su inutilidad y sus efectos perniciosos.
    El pesimismo en cuanto al valor que se concede a la cultura, la falta de fe en que la ciencia y la tecnología puedan incrementar la felicidad humana, a persistencia de fuertes desigualdades en sociedades que creemos cultas, la pérdida de prestigio social del hombre y de la mujer cultos, el rebrote del fascismo, la devaluación de la democracia, la deshumanización de muchas de las prácticas educativas, la persistencia del abandono escolar, las altas tasas de fracaso escolar, la pérdida de presencia del Estado en la provisión de la educación, la privatización de ésta.




  2. Centro Regional de Educación Normal
    “Marcelo Rubio Ruiz”
    Lic. Educación Primaria

    PANORAMA ACTUAL DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO

    “La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso”

    ALUMNOS:
    ·         Zukeith Iridian Campos Osuna
    ·         Fernando Aguilar Martínez
    ·         Johana Veliz Mayoral

    MAESTRA:
    Alma Delfina González Mendoza

    Unidad de aprendizaje I






     Loreto B.C.S. Lunes 17 de octubre del 2016

La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso





  1. Es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, en tanto que se apoya en los valores de la racionalidad y de la democracia, que eleva la condición humana. Si es un derecho universal, a nadie se le puede negar.

    La creencia en el principio de que todos son educables en alguna medida.
    La primera manifestación del optimismo que se deriva de la idea de progreso se expresa en haber convertido la educación obligatoria en un derecho de todos, lo cual implica el supuesto de que todo ser humano puede mejorar, puede ser educado y, por tanto, tiene que recibir educación.
    El incremento del nivel de escolarización de la población se relaciona con la mejora de otros indicadores sobre el consumo de cultura y sobre la calidad de vida (BAUDELOT y ESTABLET, 1990).
    La ubicación del individuo en la sociedad y en el mundo queda a merced de lo que él haga y construya. La educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, porque, desde esa mentalidad progresista, la circunstancia de haber nacido en un contexto y en unas determinadas condiciones es algo que se puede corregir, ya que el mundo que nos rodea ha sido construido y no viene dado por ninguna fuerza inamovible, por el destino o por la fatalidad, sino que es susceptible de ser vuelto a diseñar, como afirma HELLER. Individuo y sociedad pueden ser de otra manera diferente a como son. Si no admitimos este carácter contingente, mudable, de las condiciones en las que nacen y se desarrollan los seres humanos, no hay lugar para el optimismo pedagógico. Este optimismo es el que da fuerza a la idea de progreso social sin exclusiones, si el mundo puede mejorar, es porque también pueden hacerlo de algún modo los individuos.
    El ser humano puede mejorar, por tanto todos deben hacerlo en alguna medida y es preciso facilitarlo.
    Este optimismo antropológico parte del hecho básico de la plasticidad humana que se evidencia desde el nacimiento, la cual se convierte en una posibilidad asentada, paradójicamente, en la insuficiencia del recién nacido. Plasticidad quiere decir que el ser humano es moldeable en direcciones diversas en su desarrollo y que, por tanto, puede ser guiado. Esto no significa sólo indeterminación  en abstracto, sino posibilidades de crecimiento en ciertas direcciones, y que ese desarrollo puede ser más o menos rápido, que pueda llegar a cotas más altas o más bajas. Ésta es la nueva base democrática de la educación obligatoria bajo el pensamiento moderno. Si no se cree en que todos puedan “crecer”, en el sentido de acrecentar sus habilidades y capacidades, la universalidad de la educación obligatoria pierde su fundamento más digno.
    La docencia no es un trabajo cualquiera, pues se suma al proceso de humanización, a la realización de una utopía que lleva a los sujetos y a la sociedad más allá de donde el profesor se los encuentra. En la escuela obligatoria todos deben progresar, todos deben “crecer”, sin exclusión alguna. Compartir esa idea es fundamental. De ahí la especial formación que el profesor requiere, pero sobre todo, el claro compromiso que debe tener con unos ideales, que, lamentablemente, pesan poco en las prácticas de formación, selección y promoción del profesorado. Quedan como compromiso ético exigible solamente ante una especie de súper-yo vigilante, llamado ética profesional. La relación entre la posibilidad del progreso, en general, y el “crecimiento” que en los individuos provoca la educación no siempre es evidente para todos, en el sentido de que en la vida social y en el medio escolar, no se acepta siempre que todos estén llamados a progresar ni, desde luego, que todos pudieran llegar a ser iguales.
    La historia de la progresiva implantación de la educación obligatoria ha tenido que enfrentarse con resistencias que creían poco en la universalidad de sus potenciales buenos efectos. Esas resistencias han tenido su apoyo en concepciones discriminatorias acerca de las posibilidades de algunos grupos humanos y en una visión estratificada de la sociedad. Si la jerarquía realizada por la educación iba a sustituir a la proveniente del origen familiar, es lógico que la resistencia a dejar de tener privilegios se trasladara a la educación. Mujeres, niños de clases populares, sujetos con dificultades, miembros de grupos raciales dominados han sido y son discriminados en la educación. La educación —sostiene el innatismo— ha de adaptarse a los límites de cada cual. Los argumentos en que se apoyan estas creencias son muy resistentes porque sirven a intereses anclados en actitudes profundas y en el empeño por mantener las desigualdades. Son resistentes porque, por un lado, topan con la evidencia de que la desigualdad de condiciones personales en el aprendizaje es un hecho que tiende a atribuirse a la persona.
    La craneometría —especialidad médica y antropológica— estuvo empeñada durante el siglo XIX en demostrar la relación entre el volumen del cerebro y las diferencias de capacidad o de éxito que pueden alcanzar diferentes culturas, razas, los varones respecto de la mujeres y los individuos pertenecientes a distintas clases sociales. María MONTESSORI —reconocida reformadora de los métodos educativos— apoyaba las tesis de su compatriota LOMBROSO, según el cual la criminalidad era innata y estaba ligada a ciertos rasgos del rostro. De esa forma los malvados eran reflejo de su propia constitución física y no del ambiente. Psicólogos tan reputados como EYSENCK defendieron la inferioridad intelectual de los negros. Afirma GOULD que la torpeza y los prejuicios de la craneometría se retiraron desplazándose a los tests, pues con ellos también se ha defendido el carácter innato de la inteligencia. Según el pionero de la medición de las aptitudes humanas,
    BINET), la escuela moderna tenía que aprovechar las posibilidades de conocer y clasificar a los estudiantes de acuerdo con la medición de sus capacidades.
    Es el innatismo ligado a intereses conservadores lo que explica el reverdecer actual de las tesis de la superioridad de unos sobre otros (blancos, sobre negros, varones sobre mujeres, ricos frente a humildes) apoyada en la pseudociencia de la medición objetiva, tratada por HERRNSTEIN y MURRAY (1994), tan eficazmente combatidas por GOULD (1997) y KINCHELOE (1996).

    Toda práctica de examen, psicológico o pedagógico, tenderá a ser utilizada como una mirada documentada de carácter normalizador (FOUCAULT, 1978) que permite describir, calificar, juzgar, clasificar, comparar y también castigar, en tanto hace visibles las diferencias entre los sujetos y las objetiva a través del uso de lo que se consideran procedimientos científicos. La orientación que el giro cognitivo de carácter culturalista ha otorgado a la psicología ve la mente como algo que se materializa y se constituye en la cultura humana, especialmente gracias al lenguaje. El pensamiento abstracto no es otra cosa que lenguaje interiorizado. Este supuesto progresista ha ido rompiendo prejuicios y asentándose paulatinamente, lo que ha llevado a incorporar al colectivo de los considerados como “educables” a las mujeres, que en el primer planteamiento moderno fueron excluidas, por creerlas subdotadas y de un rango menor respecto del varón; también a los hijos de las clases populares, a los que todavía se cree en algunos sectores conservadores que están en desventaja social o que son pobres por no ser su naturaleza educable; a minorías o mayorías raciales, consideradas infradotadas respecto del hombre blanco; a los sujetos que muestran deficiencias de diverso signo, que en un principio fueron vistos como frutos del pecado o, simplemente, alguien que resultaba irrecuperable. La historia de la exclusión está construida sobre la desigualdad de la propiedad de bienes materiales, sobre los privilegios sociales y políticos de ciertas minorías, y sobre las creencias acerca de la desigual posesión de capacidades innatas que se consideran más propias de un tipo de seres humanos que de otros. La historia del progreso inclusor está hecha de luchas sociales y políticas por desterrar privilegios y por el reconocimiento de la igualdad como posibilidad y como realidad. Para creerla posible y realizable han sido fundamentales los cambios en las concepciones sobre la naturaleza humana.

    Un camino para la igualdad y para la inclusión social

    La escolarización obligatoria es sólo uno de los posibles medios para recorrer el camino hacia la igualdad. Pero si cualquier individuo o grupo constituido por alguna condición (género, clase social, etnia, modo de vida, etc.), recibe una educación diferente en extensión y en calidad a la que disfrutan otros, o si no recibe ninguna, entonces seguro que se acentúa la desigualdad entre unos y otros.
     La escolarización es camino problemático para la consecución de más igualdad, pero su inexistencia, sus deficiencias o las diferencias en la cuantía de escolaridad recibida conducen, con seguridad, a una mayor desigualdad.Recibir o no educación es condición para la participación en la sociedad, desde el momento en que para desempeñar el ejercicio de muchas actividades y puestos de trabajo se requiere una preparación previa, así como herramientas y habilidades para adquirirla.
    La educación proporcionada por la escolarización obligatoria, igual para todos, constituye un requisito que capacita para el ejercicio de la ciudadanía plena. El derecho social a la cultura y a la educación tiene carácter fundamental, no sólo porque de él depende la dignificación humana, al poder enriquecer las posibilidades de su desarrollo, sino que lo es porque se entrelaza con otros derechos civiles, políticos y económicos de las personas, capacitándolas para el ejercicio de los mismos, posibilitándolos y potenciándolos (MARSHALL y BOTTOMORE, 1998).

    Desde el concepto de ciudadanía moderna, se trata de un derecho dirigido a facilitar la inclusión de los individuos con todas las posibilidades para participar plenamente en la sociedad. Es este derecho a la cultura y no el derecho de la cultura (COLOM, 1998) el que fundamenta, por otro lado, la reivindicación a ejercerlo respecto de una determinada opción cultural, atendiendo a las diferencias en las que se asienta la identidad personal.
    La desigualdad implica distancia entre unos y otros, la exclusión supone un alejamiento irrecuperable, la degradación del excluido, que pasa a la categoría de negado. La capacidad de inclusión tiene, en primer lugar, una proyección en la inserción en las actividades productivas. En las sociedades globalizadas, esta capacidad de inclusión significa lograrla para un contexto cada vez más amplio,  en el que la fuerza de trabajo, como afirma GIDDENS (1999), tendrá que ser o tener una orientación más cosmopolita, nivelada por un cierto grado de educación. En segundo lugar, tiene una dimensión intelectual, en tanto que capacitación para el entendimiento del mundo. La complejidad de éste reclama la prolongación de la escolaridad obligatoria más allá de la enseñanza primaria. En tercer lugar, la inclusión tiene una vertiente emocional: la de poder sentirse como un actor social que interviene en su medio, un sujeto creador, libre y autónomo. Estos tres aspectos son esenciales para el equilibrio psicológico de las personas en nuestro mundo.

    ¿Caduca la esperanza en el progreso apoyado en la educación?

    Es incuestionable que el proceso educativo ganará con la desescolarización de la sociedad aún cuando esta exigencia les suene a muchos escolares como una traición a la cultura. Pero es la cultura misma la que está siendo apagada hoy en las escuelas. (ILLICH, 197).
    La fe y la esperanza en la educación escolarizada también cuenta con su particular historia acerca de la falsedad de sus promesas, su decadencia, su inutilidad y sus efectos perniciosos. ¿Es nuestro mundo un mundo mejor? ¿Acaso no han tenido su origen en el seno de sociedades más escolarizadas las dos grandes guerras mundiales, el fascismo, el holocausto o el terror atómico?
    ¿Por qué —se pregunta STEINER (1998)—. Si las sociedades más escolarizadas no son mejores ni en ellas la felicidad es demasiado corriente, ¿qué papel ha cumplido o ha dejado de cumplir la educación en el hecho de ver fracasadas las esperanzas de redención puestas en ella?


    El pesimismo en cuanto al valor que se concede a la cultura, la falta de fe en que la ciencia y la tecnología puedan incrementar la felicidad humana, la persistencia de fuertes desigualdades en sociedades que creemos cultas, la pérdida de prestigio social del hombre y de la mujer cultos, el rebrote del fascismo, la devaluación de la democracia, la deshumanización de muchas de las prácticas educativas, la persistencia del abandono escolar, las altas tasas de fracaso escolar, la pérdida de presencia del Estado en la provisión de la educación, la privatización de ésta… son razones, entre otras, que nos deben hacer pensar en que el camino recorrido ha sido muy breve y que ha podido ser mal transitado. La escuela no ha cumplido todo su programa y sus prácticas deben ser revisadas.

  2. Centro Regional de Educación Normal "Marcelo Rubio Ruiz"


    Integrantes:
    Marilyn Carolina Reyes Villa
    Deyanira Valdez Falcón
    Luis Donaldo González
    Anahí  

    1ero A                                   Loreto baja california sur a 17 de octubre de 2016

    La escolarización se convierte en una característica antropológica de las sociedades complejas
    La escolaridad obligatoria forma parte de la realidad social y se ha convertido en una dimensión esencial para caracterizar el pasado, el presente y el futuro de las sociedades, de los pueblos, de los países, de las culturas y de los individuos. Se considera un indicador de la calidad de vida. Quienes poseen educación en mayor medida y de más calidad tienen condiciones de las que no disponen los que carecen de ella. La educación se convierte en fuente de nuevas desigualdades en cuanto a las oportunidades de las personas, de las familias, entre países, entre géneros, razas y grupos sociales. Las familias que han sido educadas tendrán hijos con más educación, a su vez, y éstos dispondrán de más facilidades, gracias a que la educación es una especie de capital que se multiplica por sí mismo. La educación de los padres condicionará la que ellos elegirán dar a sus hijos.
    Por otra parte hace falta un enfoque metodológico que ilumine la cara oculta de la experiencia escolar, aceptando que en la realidad existe algo más que las positivas intenciones del currículum explícito u oficial. Hace falta un enfoque que contemple la ecuación que establece que el currículum real y efectivo es igual a los efectos alcanzados en el currículum explícito, más aquellos otros efectos no previstos, correspondientes al currículum lateral u oculto. La perspectiva que nos da el análisis del currículum oculto es un complemento analítico más sutil para reflexionar e ir más allá de las apariencias de la realidad observable a primera vista.
    La escolaridad obligatoria es una realidad de dimensiones sociales, políticas, antropológicas, familiares y personales, que se proyecta en la mentalidad, en los afectos y en los comportamientos.
    La escolarización y la identidad de los sujetos
    La escolarización obligatoria ocupa las primeras etapas del desarrollo de los seres humanos, caracterizándolos como sujetos de una clase social nueva: la de alumnos en etapa infantil o en la adolescencia; da una identidad particular a estas edades al concebir las etapas evolutivas características en la vida. Ser niño, niña o joven es una condición de alguna forma marcada por el hecho de asistir a instituciones escolares.
    La educación obligatoria es un derecho a recibir lo que se considera un bien en una etapa determinada de la vida. A ella asisten los niños y los adolescentes. Los contenidos y diplomas que de ella se obtienen pueden lograrse en otros momentos de la vida, pero lo “normal” es hacerlo “a su tiempo”, el tiempo infantil y juvenil. Culturalmente estamos acostumbrados a verlo así, aunque podría ser de otro modo.
    La escolarización se convierte en un rasgo antropológico de importancia esencial que dibuja la imagen de una infancia y una primera juventud, ubicada en unas condiciones de vida idealizadas, que se consideran inherentes, y que son definitorias de un status: ser niño o adolescente consiste, entre otras cosas, en ser considerado como sujeto a escolarizar. La diferencia entre etapas marcadas en la niñez, o entre ésta y la adolescencia se corresponderá con estilos de educación también diferenciados. La transición de una etapa a otra estará marcada por la experiencia escolar que se haya tenido.
    El psicoanálisis en el siglo XX y toda la psicología con alguna orientación ambientalista y cultural pusieron su énfasis en esa concepción de etapa impregnable y dirigible. Al tiempo que la edad infantil se considera gobernable o pletórica de posibilidades, se la percibe también carente de las cualidades del adulto maduro, un déficit que es preciso suplir a través de un proceso dirigido por los adultos, aunque fuera en el sentido negativo de ROUSSEAU. Se genera así una separación categórica entre el niño y el adulto que llegará hasta nuestros días (VARELA, 1986), que despierta actitudes, significados y valoraciones múltiples y contradictorios.
    Los procesos de socialización y de resocialización a los que nos obliga el cambio cultural constante reclaman personalidades flexibles con apertura para asimilar cambios. La vida entera dedicada al aprendizaje es una nueva esperanza de la concepción moderna de la educación, que presta sentido a la educación permanente, a la de los adultos que no fueron escolarizados, a la educación compensatoria para los que muestran déficit de aprendizaje y a las actividades de educación popular fuera de los marcos institucionales escolares.

    La universalidad de la educación y la identidad del hombre moderno
    La identidad es aquello por lo que creemos que somos alguien determinado, que nos singulariza y que hace que nos sintamos diferentes, total o parcialmente, a los demás. Es algo que adquirimos como consecuencia de nuestro paso por grupos sociales y por tener experiencias diversas.
    La identidad se puede entender de varias maneras: a) Desde la perspectiva ilustrada, la identidad es el núcleo fijo, estabilizado y coherente del yo, dotado de razón, atributo que se manifiesta en la coherencia de las actuaciones conscientes y que es consolidado a partir de unas condiciones dadas desde el nacimiento y de algunas experiencias básicas que nos otorgan la impronta definitiva. b) Desde una perspectiva sociológica, la identidad se cree que es el poso psicológico. c) Desde un punto de vista postmoderno, la identidad no es algo unificado, definitivo y fijado de una vez por todas, sino algo en constante transformación, de suerte que el sujeto asume diferentes identidades en momentos y lugares distintos. Si el sujeto se cree dotado de una identidad determinada no es porque la posea, sino como consecuencia de la narración de su vida que se representa ante sí. Esta forma de entender la identidad es coherente con el tipo de sociedades cambiantes en la postmodernidad. La educación, en general, se ha considerado un referente para la identidad en el sentido moderno, gracias a la insuficiencia radical del ser humano en el nacimiento, que nos convierte en seres culturales, especialmente dotados y abocados a aprender.
    La educación en las relaciones sociales
    La identidad personal y social de la que nos dotan la educación y la escolarización es un importante mediador de las relaciones con los demás; lo que quiere decir que nos comportamos con ellos y creemos que se comportan con nosotros —o deberían hacerlo— de acuerdo con la educación que se tiene. La mediación que la educación realiza en las relaciones sociales se debe a sus efectos profundos en la personalidad, a la forma en que percibimos a los demás, y a que condiciona las expectativas acerca de los otros. El ser humano educado sigue unas pautas de conducta en sus relaciones con los demás que están marcadas por la educación, aunque ésta no sea todopoderosa en la determinación de las mismas. Si admitimos ese carácter mediador de la educación, que no es otro que el que tiene la cultura, la escolarización añade el matiz de que esa mediación es intencional.
    Con la adquisición de hábitos de “buena presentación de sí mismo” ante los demás, la educación hace de mediadora entre los ideales que subyacen a unas determinadas normas sociales y la presentación de la persona en la vida cotidiana, modelando el personaje que mostramos a los otros.
    La escolaridad y la institución en la que se realiza son importantes escenarios de esos procesos de control sobre las pulsiones individuales, en nombre de valores que requieren la represión de éstas, con la consecuencia inexorable de cierta conflictividad. Esa transformación se realiza por la fuerza de la autoridad de los profesores, del aparato escolar, del currículum y de los mecanismos disciplinadores, como es el régimen de premios y castigos o la evaluación. El éxito cultural de la escuela radica en trocar las satisfacciones inmediatas por el autodominio, en aras de alcanzar bienes a más largo plazo para los individuos. Esa sublimación no resulta fácil de conseguir en las actuales sociedades de consumo, donde priman la complacencia, la satisfacción y el goce inmediatos sobre el sacrificio, el tesón, el esfuerzo, la autodisciplina, la renuncia a metas inmediatas en aras de la recompensa algo lejana que presupone el proyecto ilustrado.
    Las razones que dieron lugar a la expansión de la escolaridad obligatoria produjeron otros cambios. La escuela no está sola
    Las instituciones escolares que imparten la enseñanza obligatoria, como cualesquiera otras, son medios ecológicos de socialización especializada, cuya influencia es complementada por la de otros ambientes: la familia, el grupo de iguales, los medios de comunicación, etc. La educación en sentido amplio no se agota, evidentemente, en las aulas, sino que es la suma de la concurrencia de todos esos ámbitos socializadores. Por eso hay que partir de la idea de que la responsabilidad de defender un determinado proyecto educativo debe comprometer a todos los agentes que inciden sobre los sujetos, actuando en una misma dirección. Ahora bien, pretender esa unidad de acción en sociedades complejas, diferenciadas y plurales es una aspiración ilusoria, casi propia de mentes totalitarias o de espíritus ingenuos e idealistas.
    Los movimientos obreros durante los siglos XIX y XX lucharon por la educación de la clase trabajadora. La prensa ha alcanzado grandes tiradas con mucho poder de influencia en la formación de la opinión pública, difundiendo el conocimiento de la actualidad más alejada, las formas de entender el mundo, etc. Las bibliotecas públicas han puesto a disposición de pequeños y de mayores la lectura como fuente de informaciones, pensamientos, formas estéticas y de sentir, etcétera. El abaratamiento de la edición ha llegado a hacer del mundo de la letra impresa algo muy asequible para todos, hasta poder encontrarlo en los almacenes de reciclado de papel. El cine ha rellenado espacios de ocio, contribuyendo a expandir formas de ver la realidad, de expresar emociones y sentimientos, de acercar visualmente lo que los ojos de cada uno de nosotros no podían por sí mismos percibir. La radio, la TV, hacían lo mismo. Todos estos medios han roto barreras en la difusión del conocimiento que eran difíciles de superar o, sencillamente, infranqueables para las masas, y han contribuido en gran medida a romper ciertos monopolios sobre los saberes. Un proceso que, en las sociedades desarrolladas, está en sus primeros estadios, al que se oponen procesos que operan en dirección contraria.

Centro Regional de Educación Normal
                                 “Marcelo Rubio Ruiz”                                      Lic. Educación Primaria  
                                                                            
PANORAMA ACTUAL DE LA EDUCACIÓN EN MEXICO

“La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso” 

                                              ALUMNOS:                                                            * Yanitza Melibet Fernández Martinez                         
 * Dacia Paola Martinez Flores        
* Emily Pérez Meléndez

                                                  MAESTRA:                                  Alma Delfina González Mendoza 

Unidad de aprendizaje l

Loreto B.C.S lunes 17 de octubre del 2016

La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso






La escolaridad obligatoria es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, en tanto que se apoya en los valores de la racionalidad y de la democracia, que eleva la condición humana. Si es un derecho universal, a nadie se le puede negar. La primera manifestación del optimismo que se deriva de la idea de progreso se expresa en haber convertido la educación obligatoria en un derecho de todos, lo cual implica el supuesto de que todo ser humano puede mejorar, puede ser educado y, por tanto, tiene que recibir educación. Si la apropiación de la cultura incrementa la dignidad humana potenciando sus disponibilidades, nadie puede quedar excluido de tal beneficio.
La educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, porque, desde esa mentalidad progresista, la circunstancia de haber nacido en un contexto y en unas determinadas condiciones es algo que se puede corregir. La educación escolar no es una influencia espontánea, sino dirigida por la reflexión de los seres humanos que la rigen, que es asumida, encarnada y moldeada por cada profesor. La docencia no es un trabajo cualquiera, pues se suma al proceso de humanización, a la realización de una utopía que lleva a los sujetos y a la sociedad más allá de donde el
profesor se los encuentra.

La historia de la progresiva implantación de la educación obligatoria ha tenido que enfrentarse con resistencias que creían poco en la universalidad de sus potenciales buenos efectos. Esas resistencias han tenido su apoyo en concepciones discriminatorias acerca de las posibilidades de algunos grupos humanos y en una visión estratificada de la sociedad. Mujeres, niños de clases populares, sujetos con dificultades, miembros de grupos raciales dominados han sido y son discriminados en la educación. Según el pionero de la medición de las aptitudes humanas, BINET (1985; obra publicada por primera vez en 1909), la escuela moderna tenía que aprovechar las posibilidades de conocer y clasificar a los estudiantes de acuerdo con la medición de sus capacidades. Éstas eran concebidas como si fuesen aptitudes ajenas a las influencias educativas. Aunque su posición no se encuadraba en el innatismo, pues quiso que sus pruebas sirvieran para identificar las necesidades educables de los niños retrasados, la teoría y la práctica de la medición a través de pruebas mentales estuvieron, y siguen estando, al servicio de la clasificación jerarquizadora y de la inmovilidad social apoyada en el biologicismo. Para las posturas progresistas, que tienen su raíz en la visión optimista acerca de la bondad natural de los seres humanos y en la idea de la igualdad entre ellos, los límites de los sujetos tienen origen cultural y social. La cultura en la que se nace y de la que se nutre el desarrollo es lo determinante. La mente humana tiene una base biológica, pero lo que se haga con ella depende de las experiencias y de la cultura que dan contenidos a las capacidades posibilitadas por dicha base.

Este supuesto progresista ha ido rompiendo prejuicios y asentándose paulatinamente, lo que ha llevado a incorporar al colectivo de los considerados como “educables” a las mujeres, que en el primer planteamiento moderno fueron excluidas, por creerlas subdotadas y de un rango menor respecto del varón; también a los hijos de las clases populares, a los que todavía se cree en algunos sectores conservadores que están en desventaja social o que son pobres por no ser su naturaleza educable; a minorías o mayorías raciales, consideradas infradotadas respecto del hombre blanco; a los sujetos que muestran deficiencias de diverso signo, que en un principio fueron vistos como frutos del pecado o, simplemente, alguien que resultaba irrecuperable. La historia del progreso inclusor está hecha de luchas sociales y políticas por desterrar privilegios y por el reconocimiento de la igualdad como posibilidad y como realidad. Para creerla posible y realizable han sido fundamentales los cambios en las concepciones sobre la naturaleza humana.

La escolarización obligatoria es sólo uno de los posibles medios para recorrer el camino hacia la igualdad. Pero si cualquier individuo o grupo constituido por alguna condición (género, clase social, etnia, modo de vida, etc.), recibe una educación diferente en extensión y en calidad a la que disfrutan otros, o si no recibe ninguna, entonces seguro que se acentúa la desigualdad entre unos y otros. La escolarización es camino problemático para la consecución de más igualdad, pero su inexistencia, sus deficiencias o las diferencias en la cuantía de escolaridad recibida conducen, con seguridad, a una mayor desigualdad. Aunque se trate de un optimismo moderado, se puede decir que la educación evita mayores desigualdades y puede ser un medio para corregirlas, si va acompañada de otras medidas. Las desigualdades en cuanto a la educación tienen hoy consecuencias, más allá de causar diferencias sobre las oportunidades que vayan a tenerse. Recibir o no educación es condición para la participación en la sociedad, desde el momento en que para desempeñar el ejercicio de muchas actividades y puestos de trabajo se requiere una preparación previa, así como herramientas y habilidades para adquirirla. Las sociedades son hoy, además, cambiantes; presentan a los individuos panoramas variables y condiciones de vida en las que resulta difícil asentarse de una vez para siempre, exigiéndoles cambios y adaptaciones constantes. Los más educados podrán entender mejor esas situaciones y disponer de más capacidad y de una mayor flexibilidad para acomodarse a las condiciones mudables.



La virtualidad más significativa que hoy desempeña la educación para todos es la de la inclusión. Si no se dan las condiciones mínimas necesarias para que las desigualdades puedan comenzar a corregirse, no sólo estamos ante un problema de injusticia, sino ante el abismo entre seres humanos que no sólo discrimina a los desfavorecidos, sino que los aparta definitivamente de la sociedad. En la cultura actual, la desigualdad para penetrar en las sociedades del conocimiento es de tal amplitud, que cada vez se requerirá más atención hacia los débiles para que no queden definitivamente excluidos. Ser más o menos educado, haber disfrutado o no de la escolarización, es un problema de poder ser, estar y sentirse como sujeto que se sabe a sí mismo actor en la sociedad, necesario e importante para algo y para alguien.

CREN ¨MARCELO RUBIO RUIZ¨     


MATERIA: PANORAMA ACTUAL DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO

MAESTRA: ALMA DELFINA GONZALES MENDOZA.

ALUMNAS:
ALBA IRIS MURILLO ESPINOZA
SARAHI PEREZ MENDOZA
NAILEA NATHALY ROMERO OSUNA

GRADO Y GRUPO: 1-A                                                                                                                                                                                                      
                          

                            LORETO B.C.S. 17/10/16
La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso.

La educación es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, eleva la condición humana si es un derecho universal a nadie se le puede negar. Todos ser humano puede mejorar, puede ser educación y, por tanto, tiene que recibir educación. La idea de progreso se expresa en haber convertido la educación obligatoria en un derecho de todos, la ubicación del individuo en la sociedad y el mundo queda a merced de lo que el haga y construya. La educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, un consejo etimológico que define la creencia de que todos pueden ser educados al concebir a la naturaleza humana como algo mejorable, creencia que se extiende a medida. Somos tal como nos han hecho, como lo ha sido posible hacernos y según nosotros hemos relacionado ante este moldeado proveniente del exterior. La escuela es una institución que quiere guiar ese desarrollo de acuerdo con planes y directrices propios, la educación escolar no es una influencia espontanea, la docencia no es un trabajo cualquiera pues se suma al proceso de humanización. En la escuela obligatoria todos deben progresar todos deben progresar todos deben crecer sin exclusión alguna la educación ha de adaptarse a los límites de cada cual. El ser humano puede mejorar por tanto todos deben hacerlo en alguna medida y es preciso facilitarlo. La educación escolar no es una influencia espontanea, sino dirigida por la reflexión de los seres humanos que la rigen que es asumida encargada y moldeada por cada profesor. La docencia no es un trabajo cualquiera pues se suma al proceso de humanización a la realización de una utopía que lleva a los sujetos y a la sociedad más allá de donde el profesor se los encuentra. La educación sostiene el innatismo ha de adoptarse a límites de cada cual. Las acciones en la vida cotidiana se nos presenta ligadas a los sujetos que emprenden y las consideramos causadas de manera inmediata por ellos. La tendencia a unir las diferencias psicológicas humanas a las condiciones de la naturaleza viene de lejos. La escuela moderna tenía que aprovechar las posibilidades de conocer y clasificar a los estudiantes de acuerdo con la medición de sus capacidades. La sociedad democrática no puede perder las cualidades de nadie, sino que debe reconocer en toda la posibilidad antropología de progresar. Un camino para la igualdad y para la inclusión social. Un ser humano recibe la misma educación que cualquiera otro algo que se deriva del hecho de ser un derecho universal. La educación no es un omnipotente medio para la supresión de las desigualdades cuyo origen está afuera de las escuelas y que son previas a la escolarización.

SECRETARIA DE EDUCACION PÚBLICA
¨CREN¨ MARCELO RUBIO RUIZ
 LORETO B.C.S
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PRIMARIA
Capitulo IV
La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso.
                                   
MAESTRA: Alma Delfina González Mendoza
ALUMNOS:
Ulises Arvizu De Los Santos
Damaris Martinez Mayoral
olga Nataly Solorzano loera.
17/10/16.

La educación obligatoria y el optimismo acerca del progreso.

Es un proyecto optimista que debe ser extensible a todos, en tanto que se apoya en los valores de la racionalidad y de la democracia, que eleva la condición humana. Si es un derecho universal, a nadie se le puede negar.

La creencia en el principio de que todos son educables en alguna medida

La primera manifestación del optimismo que se deriva de la idea de progreso se expresa en haber convertido la educación obligatoria en un derecho de todos, lo cual implica el supuesto de que todo ser humano puede mejorar, puede ser educado y, por tanto, tiene que recibir educación. El proyecto moderno de educación es optimista acerca de las posibilidades de la naturaleza humana, y lo es también desde un punto de vista histórico, porque contribuye a la liberación exterior del hombre respecto de poderes que lo hacen “menor de edad”, como pensaba KANT. La ubicación del individuo en la sociedad y en el mundo queda a merced de lo que él haga y construya. La educación se ligó estrechamente a la esperanza de la liberación social de aquellos que obtuviesen los frutos que la educación promete, configurando una sociedad abierta y móvil, en la que la jerarquía establecida con respecto al binomio educación-profesión sustituye a las jerarquías debidas al origen familiar, del que no se liberará del todo. La educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, porque, desde esa mentalidad progresista, la circunstancia de haber nacido en un contexto y en unas determinadas condiciones es algo que se puede corregir, ya que el mundo que nos rodea ha sido construido y no viene dado por ninguna fuerza inamovible, por el destino o por la fatalidad, sino que es susceptible de ser vuelto a diseñar, como afirma HELLER. Lógicamente, si el mundo puede mejorar, es porque también pueden hacerlo de algún modo los individuos. Para que esta idea pueda sostenerse necesita de otra certidumbre, también optimista: la de que los límites de las capacidades psicológicas del individuo no vienen dados desde su nacimiento.

El proyecto moderno de educación es optimista acerca de las posibilidades de la naturaleza humana, y lo es también desde un punto de vista histórico, porque contribuye a la liberación exterior del hombre respecto de poderes que lo hacen “menor de edad”, como pensaba KANT.

La educación moderna lleva consigo la promesa de liberar al hombre de las limitaciones de su origen, porque, desde esa mentalidad progresista, la circunstancia de haber nacido en un contexto y en unas determinadas condiciones es algo que se puede corregir, ya que el mundo que nos rodea ha sido construido y no viene dado por ninguna fuerza inamovible, por el destino o por la fatalidad, sino que es susceptible de ser vuelto a diseñar, como afirma HELLER (1998, pág.165)

Este optimismo es el que da fuerza a la idea de progreso social sin exclusiones. Lógicamente, si el mundo puede mejorar, es porque también pueden hacerlo de algún modo los individuos. Para que esta idea pueda sostenerse necesita de otra certidumbre, también optimista: la de que los límites de las capacidades psicológicas del individuo no vienen dados desde su nacimiento.

Este optimismo antropológico parte del hecho básico de la plasticidad humana que se evidencia desde el nacimiento, la cual se convierte en una posibilidad asentada, paradójicamente, en la insuficiencia del recién nacido. Plasticidad quiere decir que el ser humano es moldeable en direcciones diversas en su desarrollo y que, por tanto, puede ser guiado.Esto no significa sólo indeterminación en abstracto, sino posibilidades de crecimiento en ciertas direcciones, y que ese desarrollo puede ser más o menos rápido, que pueda llegar a cotas más altas o más bajas.La dirección y el grado de incremento de posibilidades lo determinan y le prestan contenido los ambientes sociales, la cultura, la influencia familiar, etc.Somos tal como nos han hecho, como ha sido posible hacernosysegúnnosotroshemosreaccionadoanteesemoldeadoproveniente del exterior. La escuela es una institución que quiere guiar ese desarrollo de acuerdo con planes y directrices propios.

La relación entre la posibilidad del progreso, en general, y el “crecimiento”que en los individuos provoca la educación no siempre es evidente para todos, en el sentido de que en la vida social y en el medio escolar, no se acepta siempre que todos estén llamados a progresar ni, desde luego, que todos pudieran llegar a ser iguales.La historia de la progresiva implantación de la educación obligatoria ha tenido que enfrentarse con resistencias que creían poco en la universalidad de sus potenciales buenos efectos Para las posturas progresistas, que tienen su raíz en la visión optimista acerca de la bondad natural de los seres humanos y en la idea de la igualdad entre ellos, los límites de los sujetos tienen origen cultural y social. La cultura en la que se nace y de la que se nutre el desarrollo es lo determinante. La mente humana tiene una base biológica, pero lo que se haga con ella depende de las experiencias y de la cultura que dan contenidos a las capacidades posibilitadas por dicha base. El capital cultural externo puede ser apropiado subjetivamente en forma de capital mental por los seres humanos. La orientación que el giro cognitivo de carácter culturalista ha otorgado a la psicología ve la mente como algo que se materializa y se constituye en la cultura humana, especialmente gracias al lenguaje. El pensamiento abstracto no es otra cosa que lenguaje interiorizado. Capital cultural subjetivado o competencia cultural adecuadamente asimilada a modo de saber personal se constituyen en capital mental que se puede usar de diferentes maneras y en circunstancias muy diversas.

Las consecuencias prácticas que se derivan de los argumentos desarrollados en este punto se relacionan, pues, con la necesidad de evitar prácticas que excluyan a sujetos concretos o a grupos, por sus condiciones económicas, culturales o personales, de los beneficios de la escolarización

Las desigualdades en cuanto a la educación tienen hoy consecuencias, más allá de causar diferencias sobre las oportunidades que vayan a tenerse.

 En sociedades y culturas de ese tipo, la persona no cultivada o con carencias y deficiencias notables en la educación queda excluida socialmente, al ser impedida su participación plena en la sociedad. La educación proporcionada por la escolarización obligatoria, igual para todos, constituye un requisito que capacita para el ejercicio de la ciudadanía plena.El derecho social a la cultura y a la educación tiene carácter fundamental, no sólo porque de él depende la dignificación humana, al poder enriquecer las posibilidades de su desarrollo, sino que lo es porque se entrelaza con otros derechos civiles, políticos y económicos de las personas, capacitándolas para el ejercicio de los mismos, posibilitándolos y potenciándolos (MARSHALL y BOTTOMORE, 1998)

La virtualidad más significativa que hoy desempeña la educación para todos es la de la inclusión.Si no se dan las condiciones mínimas necesarias para que las desigualdades puedan comenzar a corregirse, no sólo estamos ante un problema de injusticia, sino ante el abismo entre seres humanos que no sólo discrimina a los desfavorecidos, sino que los aparta definitivamente de la sociedad. En la cultura actual, la desigualdad para penetrar en las sociedades del conocimiento es de tal amplitud, quecadavezserequerirámásatenciónhacialosdébilesparaque no queden definitivamente excluidos.La desigualdad implica distancia entre unos y otros, la exclusión supone un alejamiento irrecuperable, la degradación del excluido, que pasa a la categoría de negado.Ser más o menos educado, haber disfrutado o no de la escolarización, es un problema de poder ser, estar y sentirse como sujeto que se sabe a sí mismo actor en la sociedad, necesario e importante para algo y para alguien. No haber dispuesto de esa posibilidad, no sólo es un motivo de desigualación social, sino de apartamiento del mundo, con imposibilidad de entenderlo y de ser alguien dentro del mismo y tener algún papel en su transformación.

En la historia y en la cultura, a la idea utópica de progreso le ha acompañado la utopía negativa que estipula la decadencia en la historia, en la cultura y en el progreso (HERMAN, 1998). La fe y la esperanza en la educación escolarizada también cuenta con su particular historia acerca de la falsedad de sus promesas, su decadencia, su inutilidad y sus efectos perniciosos. ¿Es nuestro mundo un mundo mejor? ¿Acaso no han tenido su origen en el seno de sociedades más escolarizadas las dos grandes guerras mundiales, el fascismo, el holocausto o el terror atómico? ¿Por qué —se pregunta STEINER (1998)— las barreras del humanismo fueron tan ineficaces para frenar la barbarie en el siglo XX (siglo de la escolarización universal)? ¿No habrá que admitir la tendencia al mal, el tanatos, como una dimensión de la naturaleza humana indomable por la cultura y la educación? Si las sociedades más escolarizadas no son mejores ni en ellas la felicidad es demasiado corriente, ¿qué papel ha cumplido o ha dejado de cumplir la educación en el hecho de ver fracasadas las esperanzas de redención puestas en ella? En estas preguntas arranca un extenso y necesario programa de revisión de lo que ha ocurrido, que aquí no nos es posible acometer.Nos queda la esperanza racionalista en que hayan sido la modernidad mal desarrollada o el poco tiempo de su aplicación efectiva las causas de esos fracasos, para poder seguir manteniendo esa capacidad de seguir “soñando hacia adelante” de la que habla STEINER.


El pesimismo en cuanto al valor que se concede a la cultura, la falta de fe en que la ciencia y la tecnología puedan incrementar la felicidad humana, la persistencia de fuertes desigualdades en sociedades que creemos cultas, la pérdida de prestigio social del hombre y de la mujer cultos, el rebrote del fascismo, la devaluación de la democracia, la deshumanización de muchas de las prácticas educativas, la persistencia del abandono escolar, las altas tasas de fracaso escolar, la pérdida de presencia del Estado en la provisión de la educación, la privatización de ésta… son razones, entre otras, que nos deben hacer pensar en que el camino recorrido ha sido muy breve y que ha podido ser mal transitado. La escuela no ha cumplido todo su programa y sus prácticas deben ser revisadas.

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